El Curi, como le llaman sus hinchas, es el único club de fútbol en el profesionalismo chileno que sigue siendo una corporación sin fines de lucro. Esta condición es motivo de orgullo: en su página web, es el primer mensaje que muestran.
Y cómo no. Frente al huracán de las sociedades anónimas deportivas en Chile, mantenerse como una corporación es toda una hazaña. El Curi es de su gente, se financia de forma colaborativa desde sus hinchas.
Este mes de mayo, los contacté. Mi motivo era pedirles colaboración para una causa social que estamos apoyando en Kellü, la fundación donde trabajo. Isaac, un niño curicano de dos años que nació con una enfermedad sin cura, necesita recursos para comprar una máquina.
Me sorprendió de inmediato la respuesta que recibí: “Por supuesto que sí. Ayudar a nuestra comunidad es uno de nuestros pilares”, me dijeron en el primer llamado. Invitaron a Isaac a un entrenamiento, hicieron material gráfico, y el domingo, ante un estadio lleno, invitaron a donar por él. Un sueño hecho realidad, sobre todo para su familia, fanática del Curi.
Curicó tiene las mismas obligaciones que cualquier empresa: pagar sueldos, operar, y en su caso particular, ganar partidos. La única diferencia es que las utilidades se reinvierten. ¿Es esta una condición que favorece una mayor motivación por ayudar? Sería injusto decir que sí, porque hay muchas empresas con una motivación social enorme, pero el tener esa estructura permite que cada recurso se reinvierta en la comunidad y en el club mismo, sin temor a equivocarme, hace que existan más opciones para ello.
El ejemplo de Curicó Unido demuestra que las organizaciones sin fines de lucro pueden ser sostenibles y, al mismo tiempo, tener un impacto significativo en sus comunidades. Su modelo colaborativo y su compromiso con la comunidad son una inspiración para otros clubes y organizaciones. El valor de estas entidades no radica solo en su capacidad para mantenerse operativas, sino en su poder para generar cambios positivos y duraderos.