Las semejanzas entre prender leña y generar un proceso asociativo

Aprender a hacer fuego en una estufa a leña es toda una odisea. Es una ciencia que se aprende sólo con la práctica y experiencia de vivir en el sur de Chile. Generar un proceso asociativo, un anhelo de muchos en estos tiempos, es tan deseado como tener calefacción para no pasar frío, pero también tan difícil como hacer que el fuego arda. Muchas semejanzas existen entre ambos procesos.

Junto a mis compañeros de Servicio País en la comuna de Lanco, Región de Los Ríos acabamos de terminar la primera etapa como guías y facilitadores de un proceso asociativo llamado Red de Turismo Cultural Lanco – Malalhue.  Se trata de un grupo muy diversos de emprendedores, artesanos y artistas, de distinta edad y visiones de vida, pero unidos todos para contribuir al desarrollo de sus territorios y comunidades. El jueves pasado 08 / 08 se formalizaron como una corporación sin fines de lucro.

Este hito también marca el fin de un primer tiempo como profesionales de Servicio País. Ya pasó la etapa de adaptarnos al territorio, conocer cómo es vivir fuera del hogar y adoptar las distintas formas de vida del sur de Chile. Entre eso, también hemos aprendido algunas nociones sobre cómo prender nuestra estufa a leña, que los santiaguinos llamamos Bosca por ser la marca más conocida, pero que aquí recibe su nombre técnico de combustión lenta. El presente ensayo tiene por objetivo reflexionar sobre algunos aprendizajes que hemos vivido en la conformación de este proyecto asociativo con el fin de que sirva de orientaciones a otras iniciativas colectivas de Servicio País. Todo, haciendo una comparación con la ya citada ciencia de prender fuego.

Sólo una persona es necesaria para crear un proyecto

Uno de los desafíos que buscamos en muchas de las intervenciones de Servicio País es crear proyectos asociativos en donde todos los miembros sean partícipes de igual manera y que las decisiones sean tomadas en base a la opinión de todos por igual. Pero ¿Por qué cuesta tanto que ocurra esto? ¿Por qué los proyectos terminan a veces sin siquiera empezar? En mi opinión, el punto está en que es casi imposible que ocurra esta dinámica desde un comienzo. En otras palabras, pensar que todo un grupo de personas, muchas veces desconocidas entre sí, tengan exactamente la misma motivación o que puedan generar una estructura de gobernanza tal que todos participen de la misma manera es prácticamente irreal. Como en las ciencias sociales no existen absolutos es mejor decir que las probabilidades son muy bajas.

Tal cual cuando un quiere prender la estufa a leña por primera vez. Esperar que todos los palos ardan de la misma forma desde un comienzo es imposible, salvo que añadamos petróleo, parafina u otro combustible que permita prender la combustión de una manera rápida. En el caso de un proyecto asociativo la ayuda de la parafina estaría plasmada en algún financiamiento inicial por lo general desde algún fondo concursable. El problema de estos mecanismos es que no son sustentables ya que no instalan capacidades en las personas, volviéndolas dependientes de estas ayudas externas. En el caso de la leña, quien sólo sabe prender la estufa con petróleo o parafina el día que no se cuente con este combustible lo más probable que la persona será incapaz de poder prender la combustión “a la antigua”. En el caso de una asociación, cuando se acaben los recursos, la motivación probablemente también se acabará o bien comenzarán problemas que no se podrán solucionar ya que no existe un equipo humano fortalecido ex – ante.

Por ello, se presenta la siguiente hipótesis muchas veces políticamente incorrecta; Para crear o iniciar un proyecto asociativo sólo se requiere la motivación de una persona. En otras palabras, además de generar procesos participativos entre todo el grupo, es necesario centrar los esfuerzos en fortalecer la motivación de una persona, por lo general el o la gestor(a) de la  iniciativa. Esto es tiempo, conversaciones y reuniones poco participativas si se mira desde la visión de que un facilitador de un proceso debe saber incorporar a todos los miembros del proyecto por igual. Tal cual cuando uno prende leña tratando de incendiar sólo un palito en base a astillas, cartones y papel de diario, a pesar de tener toda una leñera disponible.

Creo que este cambio de mirada es fundamental. Puede ser poco participativo si se mira desde un punto de vista absoluto, pero es realista ya que ésta es solamente la primera etapa de un proceso y no por ello es la tendencia que perdurará. Sería tan ridículo como pensar que para calecfaccionar nuestro hogar solo necesitáramos ese palito y no toda la leñera.

Dos personas para que el proyecto tenga algún momento de gloria

Una vez que el primer palo arda es necesario planificar una estrategia para que el fuego no se apague. No basta con llegar y colocar troncos e irnos a dormir, sino que se debe analizar cuál es la mejor posición y qué madera debemos sumar para que el fuego no se ahogue. En los proyectos asociativos ocurre algo similar, ya que si bien con una persona basta para iniciar una organización, para que ésta perdure en el tiempo requiere a otros, pero de manera estratégica. Desde el facilitador se deben buscar una o dos personas que acompañen a él o la gestor (a) con la misma motivación y compromiso. Nuevamente, ese proceso requiere tiempo y un trabajo diferenciado con ese subgrupo en paralelo al proceso participativo con todos los miembros.

Si bien, todos los integrantes tienen grados de motivación para participar del proyecto, el o la gestor (a) está con un ritmo distinto a los demás que puede provocar muchas veces frustraciones en el resto o en él o ella misma al no poder seguir la misma dinámica o no alcanzar las mismas expectativas. Por ello, postulo que se deben buscar aquellos miembros que sean un complemento al líder y que tengan la posibilidad de alcanzar la misma motivación, ritmo y expectativas en el corto plazo. Tal cual cuando uno pone la segunda ronda de leña.

Pero  ojo, una vez que ardan estos palos tampoco nos permitirá asegurar tener calor en nuestro hogar. En las organizaciones con dos o tres personas sólo nos aseguramos un momento de gloria o la estructura base para avanzar como proyecto, pero requerimos prontamente a la leñera completa, es decir, la participación de todo el equipo por igual.  Si no, el fuego se apaga tan rápido que ni nos damos cuenta. 

Entre más leña, más calor, mayor sustentabilidad

Ahora que hay un fuego ya encendido por uno o dos troncos es posible incluir más y más leña para que el fuego arda por mucho tiempo. Antes era imposible. En las organizaciones una vez que se tiene una estructura base el resto de los integrantes se adecuan de mejor forma al equipo, asimilando el ritmo, motivación y expectativas. Todos aportan por igual generando sinergias positivas. En la combustión cada palo que se va añadiendo genera más calor, incluso si alguno está húmedo.

Lo importante aquí es ver que todas estas etapas son parte de un mismo proceso participativo y no por centrar esfuerzos en una persona o un sub grupo en alguna etapa inicial pierden su condición como tal. Muchas veces siento que buscamos iniciar proyectos asociativos tratando de prender muchos troncos al mismo tiempo sin percatarnos que algunos están húmedos, otros más secos o bien que el fuego que se posee no es suficiente para lograrlo. Cuando lo hacemos en base a una planificación estratégica vemos como incluso un tronco mojado arde cuando se une a equipo ya consolidado. Y todo esto sin siquiera pensar en combustibles para facilitar el proceso.

Así el fuego es casi imposible de apagar (y si llegara a pasar sabemos cómo volver a prenderlo).