En busca de un nombre

Por mala o buena suerte nos toco ser jóvenes en el cambio de milenio. Los años previos al 2000 existía la incertidumbre de que iba a pasar aquel nuevo año: Que se iba a acabar el mundo, que llegaría un papa negro, que Bolivia tendría mar, que Zamorano se iba a casar…

Bueno, la verdad es que el 2000 llegó y muchos cambios no hubo, con la excepción del caso de Bam Bam. Todo siguió igual que antes… el mundo no se acabó.

Pero sin darnos cuenta llegamos a una generación sin nombre. Nuestros abuelos siempre dicen “Como olvidar los cuarenta”. Chile fue tercero del mundo en los sesenta. Nuestros padres no dejaban de cantar “La voz de los ochenta”.

¿Pero nosotros? ¿Cómo denominar a nuestra década de jóvenes universitarios? Simplemente no se puede…

¿Por qué nuestra generación no tiene nombre? ¿Habrá perdido algo más?

En los sesenta, entre los jóvenes y sobre todo en los universitarios el aire de liberación rodeaba en el ambiente. Todos buscaban ser más libres, vencer los tabús, lograr una igualdad de género, andar literalmente mostrándole la raja al mundo, cansados de tanto conservadurismo en la sociedad. Todos esos sueños, ideales comunes, inconformidad con el mundo actual, llevaron a una sociedad más alegre, abierta, dándole voto a las mujeres y construyendo un país con menos restricción paradigmáticas.

En los ochenta, los universitarios se movían por el acontecer nacional. Tenían un criterio formado, sin entrar en distinciones políticas, acerca de la realidad y en como poder contribuir en ayuda al país. Una vez más aquellos sueños favorecieron a la sociedad: Volvió la democracia, algo indispensable en toda sociedad que busca lograr el desarrollo.

En ambos casos, y como en muchos más, los jóvenes y por sobre todo los universitarios, fueron actores principales en la historia de cada década o generación. En ambos casos, a partir de sueños, algunos impensados racionalmente en el contexto en el que se vivía se lograron cambiar aspectos del país y de nuestra vida construyendo una mejor sociedad. En aquellas generaciones existía un horizonte común. Si bien, cada uno aportaba de distinta forma, el norte siempre era el mismo.

Quizás algunos piensen que ahora se debiera decir que nuestra generación nunca ha tenido algún norte común, convirtiéndonos en jóvenes sólo preocupados de carrete y pasarlo bien, egoístas, sin ideales ni sueños que busquen contribuir a la sociedad.

Pero esta vez no se dirá aquello, no para innovar, sino porque de verdad no se comparte. Somos una generación de jóvenes universitarios con un horizonte y fin claro: “Construir un país más justo en oportunidades”. En otras palabras más simples: “Derrotar la pobreza”.

Muchos me podrán decir, ¿En qué mundo vives? Que si bien, existen muchos voluntariados, el mayor porcentaje de jóvenes está en otra, más aún si vemos en nuestro recambio generacional el nombre de Pokemón.

Sin embargo, se puede ver la realidad de forma diferente. Hoy en el mundo universitario no es raro ver agrupaciones que se dediquen, además de sus estudios, a la ayuda social. La oferta de trabajos voluntarios es enorme y para que hablar de Un Techo para Chile. Lo raro, en estos tiempos sería ir a alguna institución y no ver alguna de estas iniciativas, sea cual sea.

La gente nuevamente está formando un sueño e ideal común. Una necesidad de un mundo  futuro distinto al que le tocó vivir, una sociedad mejor. Algo nuevamente les está molestando y poco a poco se empiezan a manifestar en dirección a ese objetivo. Esto es un proceso largo, pero para los incrédulos, estamos muy avanzados.

Lo que se vive hoy en Chile dentro de los jóvenes, y sobre todo, dentro de los universitarios es algo atípico en los otros países vecinos de América. Simplemente este auge de entregar tu tiempo trabajo y conocimientos por un trabajo no remunerado no se ve en la mayoría de los países. En Chile sí.

Quienes ya están en dirección a este norte hay que trabajar aún más duro para incentivar a quienes no estén que formen parte de este sueño generacional.

Hoy ya no se habla de andar en pelota por la vida ni de política, ese trabajo ya lo hicieron otros. Hoy se habla de construir un país más justo y con menos desigualdad. Que todos sean capaces de salir adelante por si mismos. Como los pasados que dicen que formaron parte de la generación de la libertad, o de la generación que devolvió la democracia a nuestro país, nosotros tenemos que decir, cuando estemos con una vida avanzada: “Formamos parte de la generación de venció la pobreza”. Luego a otros les tocará soñar por otro ideal o inquietud. No podemos quedar en deuda frente a nuestros abuelos y padres. Ellos, y sus generaciones, ya realizaron su labor como universitarios, ahora nos toca a nosotros.

Si bien no tenemos un nombre como ellos, pero por lo menos ya tenemos el norte elegido y estamos caminando hacia él. Es un trabajo duro, pero lo único que no se puede hacer es dejar de soñar.

Y bueno, a falta de nombre como los de antaño y si somos pocos creativos,  nos podemos llamar: “La generación universitaria del Bicentenario”