Tenemos a militares atrincherados en nuestras fronteras del norte para un conflicto bélico que nunca llegará. Y si llegara, no se necesitarían las armas para destruirnos, ya que sería una autodestrucción social y cultural de nuestro pueblo latinoamericano. Organizamos la mayor cumbre de unión entre países de nuestra historia, pero en paralelo escuchamos cánticos vergonzosos por nuestras playas en contra de nuestros países vecinos. Junto a eso, escuchamos en la radio spots que nos incentivan a inscribirnos como voluntarios para realizar el servicio militar, que a pesar de la afectuosa invitación, en Chile sigue siendo una obligación. Si bien se hace un primer llamado a voluntarios, en caso de no llenar los cupos se hace un llamado obligatorio.
La verdad, a mi algo no me calza. No quiero realizar un debate sobre las libertades y obligaciones de los ciudadanos ni el rol de las fuerzas armadas en nuestro país. Sólo les propongo crear el siguiente escenario ficticio (aunque con muchas semejanzas a la realidad).
Suponga usted que en Chile es más fácil modificar una legislación antes que eliminarla, por lo tanto, en vez de eliminar un servicio obligatorio para los jóvenes de nuestro país existe la posibilidad de elegir otro tipo de servicio convalidable al que el Estado propone realizar a los jóvenes (y eximible bajos ciertos criterios, al igual como lo es hoy el servicio militar). ¿Qué tipo de servicio elegirían ustedes?
Hoy cada día son más los jóvenes en nuestro país que están dedicando un año (o más) para servir a la sociedad, no desde una posición de defensa bélica, sino desde una mirada de desarrollo, solidaridad e integración. Precisamente, valores muy opuestos a lo que nos insta realizar nuestra legislación. Cada día crece esa necesidad intrínseca de devolver una mano a la sociedad de aquellos que nacieron con más oportunidades y también la motivación por caminar juntos hacia un mundo mejor para los que no han tenido la suerte de nacer con ellas.
Por diversas circunstancias, amigos, compañeros de ruta y caminos de la vida he conocido diversas iniciativas que me encantarían fueran convalidables y avaladas en nuestro país en este nuevo escenario ficticio que estoy presentando. Sé que existen más y ojalá sigan naciendo muchas más no sólo desde organizaciones no gubernamentales, sino desde distintas plataformas.
Sólo pondré tres ejemplos;
América Solidaria; un año de trabajo en un país latinoamericano como Haití, Perú, Guatemala, entre otros.
Enseña Chile; dos años siendo profesor en un colegio vulnerable en nuestro país.
Servicio País, un año de trabajo en un municipio rural. Este último fue mi opción para realizar mi servicio auto-obligatorio.
No soy utópico. Probablemente promoviendo e incentivando una nueva cultura de servicios para los jóvenes en nuestro país, en vez de sólo realizar un adiestramiento militar no se alcanzará el desarrollo ni mucho menos. Quizás tampoco aumenten las postulaciones a estos programas ya que siempre existirán criterios de eximición. Lo que si estoy seguro y convencido es que estaremos en la dirección de construir un país más fraterno y solidario del que tenemos hoy.