El desafío, imaginábamos, era entender de manera simple por qué nos cuesta respetarnos entre seres humanos. Muchas personas a lo largo de la historia se han preguntado lo mismo, pero es la misma historia la que nos demuestra que el único principio no logrado de la Revolución Francesa es la fraternidad.
Ya desde las primeras conversaciones nos percatamos lo difícil que resulta responder qué es el amor. Por un lado, el romanticismo se ha apoderado del término, pero también reconozcamos que el amor es de aquellos conceptos que nunca tendrán una única respuesta.
Se asemeja generalmente a la empatía. Otros lo asocian a la sensación del placer, la misma que actúa en las drogas. Pero a diferencia de éstas, el amor tiene una característica especial: sólo aparece en la relación con otro. Si fuéramos seres vivos individuales que nos auto reproducimos probablemente el amor no existiría.
Resulta más fácil responder qué es lo opuesto al amor. ¿Será que la negación nos resulta más cercana? En la edad media lo opuesto al amor era denominado “asedia” que significaba negar la existencia del otro. En la niñez ese mismo término, sin reflexionar sobre ello, es asimilable a la “Ley del Hielo”, aquel juego infantil de no hablarle a otro compañero. En las redes sociales se dice “bloquear”.
Uno de los temas más recurrentes en las terapias psicológicas es sentirse “no visto” por la sociedad. Es una sensación de pertenecer a una sociedad en donde tu existencia no es relevante para los otros. Invisible. ¿Por qué dejamos de vernos? Pueden existir muchos factores pero los más comunes son: estar herido, estar enojado o tener miedo.
Ver al otro siempre ha sido algo difícil de alcanzar en todas las culturas y sociedades, ya que nos tratamos de diferenciar desde el poder, los bienes o el conocimiento transformándose en un círculo vicioso. Un día una señora de alrededor 40 años nos dijo que desde que llegaron los inmigrantes a Chile ella se sentía mejor. Por qué le preguntamos. Porque ahora son a ellos a quienes los tratan mal.