¿Qué significa estar vivo? ¿Qué tiene que estar pasando para que un ser sea considerado vivo? ¿Qué es lo vivo que muere? El vivir consiste en producirse constantemente a uno mismo. La muerte solo es la detención de esta autoproducción molecular.
Esa autoproducción se lleva a cabo en la relación con un nicho en el cual todo ser vivo se desarrolla. En el caso de un bebé es el útero, pero al nacer su nicho se transforma en el mundo en el cual va a vivir. En una semilla el nicho es la tierra donde será plantada, si el nicho no es el adecuado, la semilla no crecerá.
El ser y el nicho se transforman mutuamente. Existe un dicho que señala que no hay nada más cómodo que un par de zapatos viejos. ¿Por qué? Porque el pie y el zapato se han transformado juntos. Lo mismo pasa con cada uno de nosotros y nuestro entorno.
Esto le ocurre a todos los seres vivos, desde una lechuga hasta un ser humano. Todo con lo cual interactuamos genera alguna transformación en nosotros. La única diferencia a nivel molecular entre una lechuga y un ser humano es la capacidad de reflexionar.
Todo sistema nervioso genera actividades sensoriales para el vivir de los organismos que se va modificando a partir de su relación con su entorno. Por ejemplo, si alguien se divierte en realidad virtual a través de un juego de matar, su sistema nervioso no reconoce si esto es realidad o ficción o si esto es bueno o malo. Sólo al momento de reflexionar puede saber si esa acción es adecuada o no. Por ello, la importancia de la reflexión en todo ámbito de la vida humana.
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El desafío es reflexionar, no guiar el vivir en base a teorías. Si uno al observar un fenómeno antepone una teoría, no ve el fenómeno, sino que ve lo que la teoría dice. Lo importante es pararse desde una perspectiva que permita mirar y entender en qué consiste lo que está pasando.
Hay que reconocer constantemente los sentires de cada uno y eso solo se logra desde la reflexión. Ésta es una herramienta sistémica fundamental, no es una teoría, simplemente se vive. Es una condición humana maravillosa. Lamentablemente, por falta de reflexión, nos hemos deshumanizados.
¿Me gusta el vivir que estoy viviendo? Hay que ser valiente para hacerse esa pregunta en todas las dimensiones. ¿Quiero el querer que digo que quiero querer? Suena reiterativo, pero entender esa pregunta es fundamental. Cuando uno acepta ese querer es un ser libre.
¿Qué se quiere conservar en el vivir? Todo lo que se quiera conservar es válido. Uno está donde está porque algo está conservando y ese algo siempre es válido. Uno puede ir a cualquier parte, pero no lo hace, la pregunta que hay que hacerse es qué se está conservando. Cada vez que un proceso se repite y aparece el mismo resultado quiere decir que se están dando todas las condiciones para que eso pase.
Cada mundo va a apareciendo en la convivencia con otros. Ese mundo lo podemos reconocer gracias a la reflexión. Hoy más que nunca se requiere mayor tiempo de reflexión, ya que el mundo está cambiando de manera inesperada y acelerada en comparación a otros periodos de la historia de la humanidad. ¿Queremos un futuro con máquinas como trabajadores? ¿Queremos a niños creciendo y aprendiendo desde celulares y tablets?
Todo lo anterior tiene que ver con las relaciones humanas, con la forma de llevar nuestro vivir. Hay dos miradas posibles: 1, las cosas pasan fuera de mi y 2. las cosas pasan dentro de mi. ¿Cómo hago lo que hago? Cuando me respondo esta pregunta me hago responsable.
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Uno no acepta cualquier explicación, sino algunas solamente. ¿Por qué ocurre eso? ¿Desde dónde se acepta o no una explicación? Todos poseemos distintos criterios de validez, aquello que le pasa a uno al escuchar algo y aceptarlo como legítimo.
Los criterios de validez se fundan desde la primera infancia y se van transformando en el vivir cotidiano, a cada instante. Si una mamá le dice a su hijo que debe respetar al otro, pero luego la ve peleando con su papá se genera un problema. Debe existir coherencia entre el decir y el hacer. Uno se transforma en la convivencia con otros y va aceptando distintas cosas como válidas consciente e inconscientemente
Los criterios de validez van cambiando desde la reflexión y la conversación con otros. Para aquello se debe aprender a escuchar. Hay dos formas: escuchar para descubrir si lo que la otra persona dice coincide o no con lo que pensamos o escuchar para descubrir qué criterios de validez usa el otro para decir lo que dice.
Desde la primera forma se cierran los espacios para la conversación reflexiva y colaborativa produciendo relaciones de exigencia y sometimiento. Desde la segunda soltamos la certidumbre y generamos espacios de reflexión colaborativa.
Sin embargo, no es fácil escuchar, hay tantos criterios de validez como personas interactúan. ¿Es posible cambiar los criterios de validez de una sociedad? ¿Cómo saber si realmente estamos escuchando al otro? Escuchar significa conectarse con el otro y esa conexión se logra entendiendo desde donde dice lo que dice la otra persona y aceptando aquellos criterios de validez como legítimos. Reconocer al otro como un legítimo otro.
Los criterios de validez se extienden a todos los ámbitos de nuestro vivir. Cada vez que uno estudia una profesión o aprende una teoría incorpora un criterio de validación específico que considera un hacer como adecuado. Cuando no se escucha, no se está respetando.
Uno de los grandes problemas actuales es que los niños van a incorporar los criterios de validez que les entrega la tecnología desde muy temprana edad y aquello hoy es incontrolable. Hoy más que nunca se requiere volver a humanizar a través de la reflexión. El futuro no son los niños, el futuro son los adultos hoy en el presente.
Una persona es adulta cuando es autónoma y se respeta a sí mismo. Sólo desde ahí es posible respetar al otro como un legítimo otro. Toda conversación genera efectos terapéuticos en las personas, no solo las consultas psicológicas.
Los criterios de validez permanecen mientras los mantengamos. Humanidad son los seres humanos conviviendo de alguna manera. Siempre es posible hacer pequeños giros para que este mundo sea diferente.
Los seres humanos coordinan su convivir a través del lenguaje en busca de su bienestar. Por ello, la importancia de la conversación. El compartir alimentos y conversar en una mesa es un ritual que se ha perdido producto de la televisión y celulares.
Cada interacción se monta desde la consecuencia del ciclo anterior. Ese fenómeno se llama recursión, la cual aparece en la conversación cuando hay escucha. Si no, se convierte en discusión. La recursión se debe transformar en un modo de vivir.
¿Te das cuenta lo que estás haciendo? Esa es una pregunta maravillosa que permite ampliar la mirada e invita a reflexionar. Sin embargo, muchas cosas las hacemos siguiendo teorías sin hacernos esta pregunta. Toda teoría se funda en premisas aceptadas a priori, pero muchas veces son esas mismas teorías las que impiden entender lo que está pasando convirtiéndose en fanatismo y fundamentalismo. Una persona fundamentalista es aquella que sigue una teoría y no está dispuesta a cambiar de opinión.
La mejor forma de enseñar a escuchar es escuchando a otro. Cuando uno escucha, se genera conversación y con ello un espacio de mutuo respeto. El respeto trae a su vez respeto de la otra persona y promueve la escucha mutua. Un espacio de mutuo respeto es aquel en el que personas se reconocen en un espacio de legitimidad. Hay tantas verdades válidas como coherencias de las experiencias vividas.
Pero, para escuchar no deben haber prejuicios, expectativas ni conflictos con mi honestidad ni identidad. Si tengo conflictos con mi identidad voy a sentir que debo presentarme de una determinada manera. Eso conlleva a la mentira. ¿Cómo cambiar mis sentires íntimos? El primer paso es reconocerlos. Los dolores del alma siempre son de origen cultural y todo lo que es cultural se puede cambiar. Estar consciente.
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La conciencia es simple: es darse cuenta. Cuando una persona amplía su entendimiento y es consciente (se da cuenta) de un determinado daño y no cambia se transforma en una persona malévola. Una persona malévola es quien deja que siga ocurriendo un daño que sabe que está ocurriendo.
Todo sistema opera como puede operar en el momento de que opera. Hay que tener cuidado si se quiere generar un cambio en cualquier sistema, sea este familia, organización, sociedad, etc. Cada ser vivo que nace llega a un mundo en un presente histórico y en un entorno que lo hace posible y va cambiando junto a él.
Los sentires íntimos es aquello que yo siento y que está en nosotros desde el útero. Éstos se van transformando en el fluir de su vivir relacional según el curso y relaciones que genera su vivir y convivir. Desde los sentires íntimos surgen las emociones.
No se pueden ver los sentires íntimos de una persona, eso es un ámbito de la fisiología, lo que si podemos reconocer son las emociones. Si gestionamos y ocultamos nuestras emociones nos enfermamos. Cuando uno oculta sus emociones no es honesto. La única forma de colaborar es a través de la honestidad. El problema radica en el deseo de mantener emociones positivas.
Las emociones y sentires íntimos generan distintos tipos de acción de acuerdo a cada persona. Es importante entender y conocer nuestros sentires íntimos para entender nuestras acciones. Aquello se logra a través de las conversaciones y reflexión. El conversar es el entrelazamiento de sentires íntimos de distintas personas. En el lenguajear ocurre nuestro vivir y convivir humano.
El conversar es un arte. En el conversar también son importantes los silencios. Es un hecho cultural que todo quehacer humano ocurre en redes de conversación. El reflexionar es una conversación consigo mismo. Conversar significa fluir en la convivencia. Lo fundamental es lograr una coordinación de haceres que se resultan de ese conversar.
Existen distintas clases de conversaciones. Las que se coordinan bajo el deseo de hacer lo que se va a hacer desde el mutuo respeto y colaboración son conversaciones de colaboración. Las emociones que guían este tipo de conversaciones son la confianza y la honestidad. Las conversaciones que se guían desde la autoridad son conversaciones de obediencia. Traen desgano y resentimiento al placer que exigen. Uno se niega a sí mismo al obedecer faltándose su propio respeto y cuando ello ocurre no hay proyecto común. Pueden existir conversaciones autoritarias legítimas y como es el caso del ejercito, pero éstas requieren ser conocidas y aceptadas a priori antes de entablarlas.
En una conversación de colaboración se deben tener opiniones y no juicios. En una opinión, una persona se hace responsable de lo que dice mientras que en un juicio uno valida lo que dice desde algo externo.
La conversación cara a cara es irremplazable. El lenguaje va más allá de las palabras. La conversación a través de la tecnología no la sustituye ¿Estamos conscientes de los efectos dañinos del celular? Solo al estar conscientes se pueden generar cambios.
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El mundo natural no es caótico, es un entrelazamiento de elementos coordinando coherencias en el vivir. Lo que hace impredecible al ser humano es que en la reflexión puede cambiar de opinión. Eso no ocurre en los otros seres vivos.
Somos impredecibles ya que somos seres en el lenguaje y toda situación de coherencias en el lenguaje es consecuencia de una historia que va configurando mi entorno. El resultado evolutivo es una constante búsqueda de coherencias hacia el bienestar. Si no me siento bien en un determinado espacio o momento, puedo cambiar. La transformación es personal.
Todas las emociones son de origen cultural. Hay emociones culturales que se van conservando a lo largo de la historia. Si dos personas interactúan lo primero que se presenta es el deseo de estar juntos en ese momento. Luego, al reconocerse y escucharse, aparece una conexión sensorial, operacional y relacional con el otro y consigo mismo.
Aparece el amor.
Curso primavera 2018 de Matríztica dictado por Humberto Maturana y Ximena Dávila.