La definición de progreso ha marcado nuestra forma de vivir en sociedad. ¿Avanzamos hacia una sociedad amorosa? Es mejor ser escéptico. Siempre las clases dominantes en toda época de la historia de la humanidad han pensado que viven en una sociedad del amor. Sin embargo, en toda época nos encontramos con grandes genocidios o hambrunas que van definiendo las pautas del progreso. A partir de tragedias la humanidad avanza. Si hoy tenemos conciencia de los derechos humanos es porque anteriormente murió mucha gente. Si hoy vivimos en democracia es porque antes hubo una dictadura.
Lo que si constatamos es una mayor conciencia de la naturaleza y de la condición humana, la cual se materializa en un discurso que se va volviendo universal hacia el amor. El punto culmine de esta conciencia se encuentra en la declaración de los derechos humanos. ¿Es una sociedad del amor? Probablemente no, pero al menos se plantea la idea de que existe una igualdad básica entre los seres humanos en donde cada persona es un sujeto de derechos. En otras palabras, lo que le pasa a uno debe importarle a todos.
Hoy vemos reconocimientos crecientes de contradicciones en la realización de los seres humanos. En un primer momento era el tema de igualdad política, en donde se plantea que no debiera haber seres superiores a otros. Luego se plantea que debiera haber una igualdad económica. ¿Eso es una consciencia hacia el amor? Puede ser que algunos llegan a eso por amor, pero también existen otras razones. Una fuerza tan presente como el amor es el odio en la humanidad. Pero a diferencia del amor, existe una consciencia que a través del odio uno puede llegar autodestruirse. No se trata solo de igualdad política y económica sino también de igualdad con las propias diferencias entre seres humanos.
La negación de los otros a lo largo de la historia no se materializa sólo en tragedias. No hay ningún caso de progreso en la humanidad que se haya sido producto de la negación a otros. El caso más notable de aquello es la escritura. No apareció en una sola parte, sino que en varias partes. ¿Qué había en común en esas sociedades? La existencia de clases sociales. Para que algunos se dedicaran a crear la escritura, otros debían trabajar.
Lo importante es no hacer un discurso sobre el amor que pretenda transformarse en una ideología. El concepto del amor, al igual que la idea del progreso, puede llevar a destrucción de algunas sociedades, ya que en el amor hay una tensión que es parte fundamental de la condición humana. Pongamos un ejemplo, ¿cuál es el drama del pintor? Tiene todo en su imaginación y para plasmarlo a la realidad tiene sólo algunos instrumentos limitados. A nivel de sociedad ocurre algo similar. Queremos plasmar una sociedad basada en el reconocimiento de la dignidad por el otro y para aquello existen ciertos instrumentos limitados que son las instituciones.
Existe una tensión entre lo que yo quiero y las instituciones o los instrumentos que poseo. Es ese el gran problema de la sociedad. Por ejemplo, la humanidad creó el matrimonio y la familia para institucionalizar del amor, pero muchas veces el matrimonio y la familia se transforman en un obstáculo para alcanzar el amor, ya que en la práctica fueron creados para evitar la separación. Muchas personas dicen “no me caso porque nunca he pensado en separarme”.
¿Cómo se construye una sociedad en que el reconocimiento de la dignidad esté de cierta manera asegurada? Hay al menos dos niveles: El nivel micro, en donde surgen las relaciones interpersonales. Y el nivel macro, donde se encuentran las instituciones ¿Se puede traspasar el concepto de amor hacia el nivel macro? ¿Se puede amar a una persona y a la vez amar a una institución?
Al parecer no. A la fecha el único principio no resuelto de la Revolución Francesa es la fraternidad. ¿Por qué? porque hay luchas constantes. Si bien hay instituciones que hacen progresar la humanidad, lo importante es ir aprendiendo de los fracasos de esas mismas instituciones. Es evidente que la democracia es mejor que una dictadura, pero ¿hay más amor en una democracia? Al menos está la intención de generar una dignidad para todos.
Conversación con Manuel Antonio Garretón, sociólogo