La cebolla de Neruda

La poesía ha jugado un papel muy importante en el amor. Gabriela Mistral decía que cada clase debiera ser un poema. La poesía es probablemente la forma más alta de lenguaje que ha conocido la humanidad.

La palabra poética es lo que permite que las cosas no caigan en el olvido. Las cosas para poder permanecer deben ser recordadas. A través de la memoria nosotros podemos hacer perdurar las cosas más valiosas de la existencia. Y dentro de esas cosas se encuentra el amor.

La poesía en cierto modo a lo largo de la historia ha buscado salvar al amor. Vencer esa indiferencia hacia el resto. Si pensamos en la Oda a la Cebolla de Neruda, podemos ver cómo un vegetal que existe en nuestro diario vivir adquiere una dimensión inédita gracias a la poesía. Una dimensión no vista. El poeta busca lo inédito hasta en las cosas más simples. El lenguaje es lo que nos fundamenta. El amor es una de las formas más potente del lenguaje. El amor permite romper el círculo de la auto referencia y hacer visibles el resto ante nuestros ojos.

Todas las civilizaciones antiguas tenían a poetas codo a codo con los gobernantes pensando los cimientos y fundamentos de estas civilizaciones ¿Por qué? Porque al ser épocas de cultura oral uno de los medios para transmitir el conocimiento era la poesía. No solo era usada para contar la belleza de las cosas sino usada para entender como debiera organizarse la sociedad.

Hoy estamos frente a una gran revolución tecnológica que nos entrega nuevos desafíos. Los temas de formación de las personas ha sido dejado de lado producto de esa revolución. Un filósofo italiano hablaba de La Utilidad de lo Inútil haciendo referencia a cómo temas como el amor y los afectos son cosas consideradas ámbitos inútiles desde un punto de vista productivo, pero que, sin embargo, son las aspectos esenciales de guían nuestro vivir. 

“Por el amor que nos hace ver a los otros como los ve la divinidad” dice Jorge Luis Borges en el Poema a los Dones haciendo alusión a cuando alguien mira alguien con amor lo ve de la misma manera a como vería a un dios. El amor es lo que nos da la dimensión única a irrepetible de las cosas. Amor a una persona, a un lugar, a una cosa, a una vocación. El amor es lo que ennoblece al ser humano. En todo amor subyace una tendencia del ser humano a completarse.

Detrás del amor se esconde todo ese potencial de fuerza creadora que tiene el ser humano. Es el gran estímulo. A través del amor damos sentido a nuestra existencia y nos lleva a preservar la vida. Desde el amor nos transformamos en seres para cumplir no solo funciones vegetativas sino también transformar nuestra naturaleza.

Lo opuesto al amor es lo que los medievales llamaban la asedia, la indiferencia ante el mundo. Cuando el mundo no te toca. El amor es cuando algo no es neutral. Por definición el amor rompe la indiferencia. El amor hace la diferencia. Sin amor todo se transforma en algo homogéneo, producido en serie.

Lo preocupante es cuando esta falta de amor se vuelve parte del día a día. ¿Cuántas personas siente su vida simplemente como parte de un gran engranaje de una maquinaria en la cual te manejan? Personas sin grandes pasiones ni grandes sueños, probablemente tampoco con grandes desilusiones ni grandes fracasos. Eso es un opuesto a una vida amorosa.

Muchas personas prefieren vivir existencias vacías, indiferentes, sin grandes preocupaciones adormecidos por un sistema que les evita el drama de tomar las riendas de sí mismos. Porque finalmente cuando tu amas algo está el riesgo de la pérdida.

Si uno compara la vida de otros animales se puede ver que caminan por pautas previamente definidas por la naturaleza. Su existencia no se le aparece como problemática. El ser humano tiene pautas instintivas mucho menos desarrolladas, lo cual nos lleva a la necesidad de relacionarnos con otros. Una vez que esas urgencias están contraladas viene la pregunta para qué existo, para qué vivo y ahí el tema del amor se convierte en un eje central a pesar de tener una definición única.

Sin embargo, a las humanidades se les tiene susto. Te hacen ser conscientes. Hoy en día las universidades están entregadas a criterios pragmáticos. Probablemente la verdadera universidad está fuera de la universidad. Hoy se están formando técnicamente miles de estudiantes desde una perspectiva muy reducida sin entrar en contacto con otras disciplinas ni otras realidades y sin tampoco enseñar los sentidos más profundos que tiene el aprendizaje.

A lo mejor en algún tiempo no muy lejano uno de los grandes temas de la economía sea el sentido de la vida y el amor. La crisis del sentido es un problema económico. Hoy estamos muy preocupados de la ecología a nivel del medio ambiente, pero la preocupación por el ecosistema interno del ser humano es un desafío pendiente.

Conversación con Armando Roa, escritor