Los sistemas

Un sistema generalmente se define como un conjunto de componentes que se relacionan entre sí según normas y procedimientos preestablecidos. El fútbol es un sistema de 11 jugadores en busca del gol. Las ciudades, un conjunto de personas que relacionan sus quehaceres en un mismo territorio. La vida, un sistema perfecto de moléculas orquestado por un material genético.

En un sistema todo está entrelazado. El medio ambiente es el mayor ejemplo de aquello. Lo que ocurre en el Sahara africano configura el desarrollo del Amazonas americano. Los efectos del cambio climático que hoy vemos nos recuerdan diariamente la unión irrestricta de las partes en este macro sistema llamado planeta tierra.

Las culturas y las sociedades hasta antes de la globalización eran sistemas independientes. El territorio americano, antes de ser descubierto por los europeos, transitaba por una vía paralela.  Libro escrito, historia contada es el camino que hemos recorrido como humanidad desde entonces hasta este presente. El resultado: la conexión hoy no sólo es ambiental, también es social.

Nuevamente, al igual que en la ceguera, encontramos al comercio como el principal responsable de este fenómeno. Al estar interconectados, las economías globales configuran las políticas locales de los distintos estados y con ello las formas de vida de sus habitantes. ¿Cuáles son sus efectos? Bien lo dicen muchos urbanistas: el mercado es el único animal que no tiene misericordia con los territorios.

Las proyecciones señalan que durante este siglo XXI por primera vez en la historia de la humanidad la población urbana superará a la población rural. El desarrollo comercial nos requiere unidos para alcanzar las anheladas economías de escala sin medir las consecuencias de aquello. Es en las ciudades y no en el campo donde vivirán más seres humanos. ¿Cuentan los territorios con los recursos disponibles para recibir a tantas personas?

Pero nuevamente debemos ser justos: el comercio no es el único responsable de esta migración. Muchas personas, además de las oportunidades laborales, ven en las ciudades la posibilidad de ser invisibles. ¡Un adolescente ni siquiera puede comprar un preservativo de manera anónima en un pequeño poblado!

Es cierto, la vida rural permite tener más cerca los afectos, pero también entrega limitaciones de amores, de vida. Es por eso que muchos han emigrado a la ciudad para sentirse más libres. El campo es idílico para quienes administran su vida, no para aquellos que se están limitados a espacios reducidos. Antes los adolescentes en el campo sólo tenían como opción de vida casarse con quién podían o viajar a la ciudad a empleos precarios. Hoy pueden estudiar, elegir casarse o no y a la ciudad vienen a trabajar en las fábricas o en las oficinas.

Hemos progresado como humanidad, no hay duda de ello. Hemos superado en buena parte el hambre, las enfermedades y las guerras. Hoy mueren más personas por suicidio y diabetes que por guerra, violencia o desnutrición y ese desarrollo nos ha llevado inevitablemente a vivir más cerca. En ciudades.

Es en las ciudades donde se encuentra refugio para los propios sentimientos. Al igual que en un estadio, en una ciudad podemos reír, llorar, gritar o callar sin que nadie reconozca al dueño de esa emoción. Es de todos, es de nadie. Y con las redes sociales podemos extender ese fenómeno hacia espacios imposibles de imaginar décadas atrás. ¿El futuro? La tecnología avanza de manera exponencial hacia lo que los mismos desarrolladores han denominado Smart Cities o Ciudades Inteligentes, un concepto emergente que nos invita a pensar que serán las propias ciudades, a través de algoritmos,  las capaces de predecir cómo debamos convivir en el futuro. ¿Serán capaces de anticiparse a los desastres medioambientales?

Para lograr aquel objetivo, la inteligencia artificial debiera tener consciencia, darse cuenta dentro de su configuración que existen, y aquello sigue siendo una condición sólo desarrollada por el cerebro humano. Es precisamente el cerebro la estructura más compleja del universo y el deseo por replicarlo el sueño de las principales empresas de tecnología del mundo. Algunos científicos proyectan que a mediados de este siglo XXI la inteligencia artificial superará a la inteligencia humana, pero no nos señalan si aquello será resultado de haber sido alcanzada la anhelada consciencia por parte de los robots o bien porque los humanos perderemos parte de la nuestra.

Mientras tanto, los territorios siguen agotando sus recursos tanto por su población fija como su población flotante. El turismo, otro explosivo mercado del mundo globalizado, presenta otro desafío complementario para los ecosistemas. ¿Colapsarán las ciudades algún día? ¿Estaremos obligados a disgregarnos nuevamente? Y si así fuera ¿hacia dónde?