Para cambiar el mundo hay que cambiar el sistema económico. Nuevas reglas del juego y nuevos paradigmas. Difícil tarea, pero en base a nuestra historia como humanidad, bastante ocurrente a lo largo de los últimos milenios. El siglo pasado funcionó de una forma A, hoy en el siglo XXI requerimos una forma B y en el próximo siglo XXII probablemente necesitaremos una forma C.
¿Cómo imaginar un sistema económico basado en la colaboración y no en la competencia? ¿Es posible pensar un modelo en donde el principal paradigma no sea autodenominarnos como una especia egoísta que compite por acumular riquezas individuales, sino como seres amorosos que biológicamente tendemos al interés colectivo? Quizás, si en las escuelas de economía se estudiara más Maturana y menos Smith estas preguntas serían más fáciles de responder.
Eran más de 700 personas de los cinco continentes reunidos en el sur de Chile en el Encuentro Global de Empresas B. Muchas personas pensando en cómo cambiar el mundo desde el fin del mundo.
Hubo un momento en el cual me emocioné. Durante un almuerzo se armó espontáneamente un conversatorio sobre la realidad social y económica actual de Venezuela. Los representantes de aquel país contaban su visión y respondían las preguntas de todo el resto del mundo. Entre el diálogo alguien dice que, sin temor a equivocarse, estaba convencido que el Movimiento B contribuirá profundamente a superar pacíficamente la crisis de Venezuela y a prevenir muchas guerras y crisis en otros países. La B puede salvar vidas.
¿Qué es el Movimiento B?
Movimiento de empresas que usan los negocios para construir una nueva economía en donde el éxito se mida por el bienestar de las personas, las sociedades y la naturaleza. ¿Qué sentido tiene una economía que crece financieramente y que por su misma naturaleza genera inequidad creciente, acaba el agua y otros recursos de la Tierra, profundiza el individualismo y la exclusión de miles de personas? La propuesta de Sistema B apunta a una economía que pueda crear valor integral para el Mundo y la Tierra, promoviendo formas de organización económica que puedan ser medidas desde el bienestar de las personas, las sociedades y la Tierra, de forma simultánea y con consideraciones de corto y largo plazo.
Para que este sistema funcione es esencial que sigan co existiendo organizaciones sin fines de lucro que se financien a través de la filantropía.
¿Qué significa filantropía? Etimológicamente la palabra se traduce como “amor a la humanidad”. Se diferencia de caridad en la medida en que la filantropía busca resolver problemas sociales de manera sostenible con una mirada de largo plazo y no sólo desde acciones y donaciones específicas de corto plazo.
¿Cuál es el valor de la filantropía y cómo ésta puede aportar de manera sostenible al movimiento? Para responder esta pregunta pensemos que la sociedad actual está compuesta por 10 personas que juegan a “La Gran Capital”. En un momento dado 2 jugadores acumulan el 70% del dinero disponible, 5 el restante 30% y 3 se han quedado sin dinero. El juego se vuelve poco dinámico y aburrido ¿Qué opciones hay para que aquellos tres jugadores sigan participando del juego?
- Imprimir más billetes desde el computador (o algo similar que todos consideren como valido). Resultado: Inflación
- Que aquellos tres jugadores le pidan prestado a quienes tienen más a cambio de algo. Resultado: Deuda, desigualdad.
- Que aquellas dos personas que acumulan más devuelvan parte de sus ganancias a la economía de manera voluntaria. Resultado: Todos pueden seguir jugando (¡y disfrutando del juego!)
El mundo cambiará en los próximos 5 años de una manera tal que hoy es imposible imaginarla. Hace cinco años atrás no existía Whatsapp, hoy no podemos vivir sin él. El encuentro terminó con una carta dirigida al G20. Pero, ¿no deberíamos dirigir esa carta también a los líderes de grandes empresas globales? Ya bien lo dice Yuval Noah Harari en aquella magnífica obra literaria; el imperio global que se está creando no está gobernado por ningún estado sino por una elite multietnica que se mantiene unida por una cultura común e intereses comunes.
La tecnología poco a poco ha superado las barreras del estado y es difícil pensar que se detendrá. Facebook, Google o Uber son sólo la punta hoy visible de un gran iceberg tecnológico, en donde probablemente la gran transformación vendrá con la consolidación de las criptomonedas (dinero digital). Parece que no es una locura imaginar que más temprano que tarde distintos territorios puedan llegar a tener su moneda propia tal cual un sistema feudal. Microsistemas económicos (incluso compuesto por territorios de distintos países) unidos a un gran imperio global. .
Pongamos un ejemplo: Comunidad B Patagonía genera un sistema en red entre empresas B del sur de Chile y el sur de Argentina. El sistema se consolida y expande por ambos territorios a tal punto que deciden crear su propia moneda para generar sus transacciones. La moneda, como todo sistema económico, funcionará mientras exista la confianza entre los actores. La tecnología y las criptomonedas entregan esa opción.
Suena una locura, pero en países con profundas crisis económicas como Venezuela las criptomonedas ya son una realidad presente en la sociedad.
¿Será una mejor sociedad?
Yo creo que sí. Por lo menos para este siglo XXI. Cuando lleguemos a 2099 probablemente debiéramos tener pensada con antelación la forma C. Creo que inevitablemente el estado cambiará su rol al compartir la responsabilidad de lo público entre todos. Las empresas debieran paulatinamente dejar su condición de anonimato para transformarse en sociedades de beneficio del interés colectivo. Las organizaciones sin fines de lucro deben seguir existiendo y complementándose con las empresas con fines de lucro para asegurar que el dinero no se estanque. Y cuando pase, aquellos que acumularon más riqueza deben ser conscientes que si vemos al otro como un legítimo otro, se transforma en un imperativo moral devolver parte de su dinero a la sociedad.