Los campamentos en Chile se deben terminar, no hay duda de eso. Ninguna familia puede vivir en esas condiciones en un país que se jacta de estar alcanzado el desarrollo y de tener excelentes índices macroeconómicos. Hoy ese desafío lo vemos más cerca que nunca, ya no sólo somos organizaciones no gubernamentales las que trabajamos por ese fin, sino que se han diseñado políticas públicas específicas para dar solución a este desafío de tantos años.
Es posible, y estoy convencido que muy pronto así será. Chile no tendrá más campamentos y muchos podremos decir con orgullo: tarea cumplida.
Pero,
El discurso y el cumplimiento de políticas públicas esconde algunas variables que no aparecen en el resultado final. Son las que tienen que ver con las formas y métodos que utilizamos para cumplir los objetivos propuestos. A través de nuestra labor en Fundación Trabajo en la Calle (www.trabajoenlacalle.cl) con familias que viven en pequeños campamentos nos hemos percatado de algunas que creemos importante poner en el debate público. Me referiré en específico a un tema;
En varios campamentos en los cuales trabajamos se ha fijado, desde el gobierno central, una fecha de término del campamento y por ende de desalojo de las familias. Sin embargo, las familias que serán desalojadas aún no tienen solución habitacional disponible.
¿Entonces?
Se les entregará un subsidio para que dichas familias arrienden mientras su solución habitacional esté disponible, periodo que puede durar varios meses.
Hasta ahí a primera vista se puede ver una política efectiva y digna de aplausos; ¡Los campamentos se terminarán! Además, el subsidio al arriendo parecer ser una medida bastante lógica para contrarrestar el tiempo de construcción de los complejos habitacionales.
Pero la práctica dice todo lo contrario. Hoy nosotros como organización no gubernamental que trabaja directamente con las familias nos toca ver un lado B de los efectos de esta política pública:
- A las familias se les busca trasladar de un campamento a un barrio como si fuera un cambio rutinario y que se puede realizar de un día para otro; Craso error. Vivir en un campamento es muy distinto a vivir en un barrio. Muchas veces vivir en un barrio segregado proporciona peor calidad de vida que vivir en un campamento. Además, todo el trabajo que hemos realizado diversas ONG en habilitación social se pierde de un momento a otro al separar a las familias entre si y de sus redes locales.
- A las familias les entregan un subsidio de arriendo el cual deben gestionar autónomamente mientras su solución habitacional esté terminada; Gravísimo error. Hoy nos damos cuenta que menos del 10% de las familias logran obtener un arrendamiento. Existe mucha asimetrías de información y por sobre todo aún vivimos en un país muy discriminador ¿Usted le arrendaría su propiedad a una familia que viene de vivir en un campamento? La evidencia es que en Chile muchos responden a esa respuesta con un NO.
- Y para terminar, el mismo problema que se debate constantemente en las universidades y campañas presidenciales; las soluciones habitacionales se siguen construyendo en la periferia de las ciudades. Este sigue siendo el peor error de la política pública y de todos como sociedad al segregar nuestras ciudades. Solo por ejemplificar, las familias de un campamento en la comuna de Lo Prado se les ofrece dos alternativas; Puente Alto o Lampa ¿Con cuál opción se quedaría usted señor lector?
No podemos seguir localizando a las familias de escasos de recursos en nuestras periferias. Así seguimos construyendo guetos urbanos, generamos más desigualdad y menos integración y continuamos disfrazando la superación de la pobreza a través de números macroeconómicos y cumplimiento de políticas públicas.
Qué alegría terminar con los campamentos.
Tarea cumplida.